Septiembre Negro, también conocido como Septiembre Negro de Jordania o el evento de “Black September” en inglés, fue un conflicto armado ocurrido en Jordania en 1970 entre el gobierno jordano y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y sus aliados.
El conflicto se originó a raíz de tensiones entre el rey Hussein de Jordania y la OLP, que había establecido una base de operaciones en Jordania desde la Guerra de los Seis Días en 1967. La OLP utilizó Jordania como su base para llevar a cabo ataques y actos de guerrilla contra Israel, pero su presencia y actividad armada comenzaron a amenazar la estabilidad interna de Jordania, generando descontento y discriminación en la población palestina y árabe en el país.
En septiembre de 1970, las tensiones alcanzaron su punto máximo cuando un grupo de militantes palestinos secuestró varios aviones y exigió la liberación de presos palestinos detenidos en Jordania. En respuesta, el rey Hussein ordenó una serie de ataques contra las posiciones de la OLP en Jordania. Durante las siguientes semanas, el ejército jordano lanzó una campaña militar conocida como "Operación Árabes de Venganza" para expulsar a la OLP del país.
Los combates fueron intensos y se libraron en varias ciudades jordanas, incluyendo Ammán y Zarqa. El ejército jordano bombardeó campos de refugiados y campos de entrenamiento de la OLP, causando la muerte de cientos de combatientes palestinos y civiles. La OLP respondió con ataques terroristas dirigidos a objetivos jordanos y secuestros de ciudadanos extranjeros.
Finalmente, la OLP fue expulsada de Jordania y se trasladó a Líbano. Sin embargo, el conflicto tuvo consecuencias significativas para Jordania y la situación política en la región. Miles de palestinos y árabes jordanos fueron asesinados o resultaron heridos durante el conflicto y se produjo una aguda polarización entre las comunidades palestina y jordana. Además, el conflicto llevó a un aumento de la represión política y la consolidación del poder del rey Hussein en Jordania.
Septiembre Negro es considerado un punto de inflexión en la historia del conflicto palestino-israelí y tuvo un impacto duradero en la región. La OLP ganó reconocimiento y apoyo en la comunidad árabe y continuó su lucha por un Estado palestino independiente. Jordania, por su parte, se vio afectada económicamente y socialmente por las secuelas del conflicto y su relación con Israel y la OLP se vio profundamente afectada.
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